Mucha gente piensa que para ir al psicólogo debes haber vivido algún trauma. Pero a todos nos han pasado cosas. Para que no fuera así, deberíamos no existir.

¿QUÉ ES UN TRAUMA?

TraumaEn el diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis se define como un “acontecimiento de la vida del sujeto caracterizado por su intensidad, la incapacidad del sujeto de
responder a él adecuadamente y el trastorno y los efectos patógenos duraderos que provoca en la organización psíquica”.

Diferenciándolo del traumatismo, que sería el “hecho exterior que golpea al sujeto”. El trauma sería el “efecto producido por ese hecho en el sujeto, y más específicamente en el dominio
psíquico”.

Pero existe también la menos conocida concepción del trauma por acumulación, se trata de pequeñas cosas que van ocurriendo y nos afectan de un modo más profundo de lo que podamos pensar. Cosas que por sí solas no alcanzan la condición clásica de trauma pero que, al sumarlas, forman el caldo de cultivo de sentimientos de desbordamiento e insatisfacción.

La expresión “fue la gota que colmó el vaso” definiría a grandes rasgos el trauma por acumulación.

Incluso, muchas veces, no se sabe qué es exactamente, ni por qué, pero uno puede notar que no es o que ha dejado de ser feliz, de disfrutar de cosas que antes le gustaban, o sabe que podría mejorar y se siente insatisfecho. En todos los casos, uno podría beneficiarse de un proceso psicoterapéutico.

SI TÚ NO PIDES AYUDA, YO TAMPOCO DEBERÍA HACERLO

Además, este fenómeno tiene una segunda complicación, y es que podemos pensar que no tenemos derecho a sentirnos así, que no nos ha pasado nada, que hay gente con vivencias mucho peores y siguen adelante, sin quejarse, y sin pedir ayuda. Implantando en nosotros la creencia de que somos débiles e incapaces, que no tenemos derecho a quejarnos y, en definitiva, un sentimiento de culpa, que sumado a los anteriores empeora la situación.

Entonces, me pregunto si esa gente que pensamos que tiene más motivos que nosotros para pedir ayuda y no lo hace vive o, simplemente, sobrevive. Dos verbos que a menudo se confunden mucho, pero ese es otro tema (que trataremos más adelante).

NO PODEMOS CAMBIAR EL PASADO

La frase que apRecuerdoarece en la imagen, deriva de “nunca se olvida, simplemente se aprende a pretender que no se recuerda” de Scott Fitzgerald. Vendría a ser la versión sana tras enfrentarse a una psicoterapia. Y es que pocas cosas restan más libertad que el miedo. No nos cansamos de resaltar el aspecto saludable de pedir ayuda y la valentía que requiere hacerlo.

En el apartado de “Preguntas Frecuentes” encontrareis la respuesta a una pregunta a la que nos enfrentamos casi diariamente «¿y solo hablando me vas a curar?». Lo que puede parecer una acción que se realiza a diario con muchas personas como es hablar, cobra un sentido muy distinto dependiendo del contenido y el receptor. Porque, además, hablar y conversar son cosas distintas. Y hablar y comprender también distan mucho de significar lo mismo. Cosas de la semántica.

La angustia que nos generan determinadas experiencias vitales, que insisto, no tienen por qué ser traumáticas, nos hace vulnerables, porque nos llevarán a intentar librarnos de esa angustia como sea, y la forma más fácil (patologías aparte) es hablando, pero no con cualquiera.

COMPARTIR LA INTIMIDADMente

Un factor clave en el acto de hablar (y compartir) es quién está escuchando, quién recibe nuestras palabras. Podríamos pensar que nuestros amigos, pareja, familia… nos entienden, o no. Pero en el caso de que lo hiciéramos, todos, estamos influidos por nuestras propias vivencias e ideosincrasias (estructurales y identitarias), es por ello que de lo que uno dice a lo que otro entiende hay un mundo.

Para evitar este tipo de cosas, los terapeutas (de orientación psicoanalítica) nos enfrentamos a un análisis didáctico. Sí, nosotros también hemos estado en la otra posición. Como se ha comentado al inicio, para que no te pase nada deberías estar muerto (física y psíquicamente).

Además, al hablar movilizamos energías psíquicas, al igual que nos podemos trasladar a un momento y lugar determinado con una canción, o un aroma. Y al expresar vivencias, experiencias, sentimientos, pensamientos, es obvio que no se repiten, no vuelven a ocurrir, pero nosotros si los revivimos, y de esta manera se nos brinda una nueva oportunidad para asimilarlas, y elaborarlas; podemos darle un nuevo significado y almacenarlas en nuestros recuerdos de forma distinta.

Y todo esto con otra particularidad, que cuando nos ocurrió estábamos solos, pero ahora estamos acompañados de alguien que no juzgará nuestra vulnerabilidad, ni se aprovechará de ella; alguien que tolera y nos ayuda a tolerar lo que nos ha angustiado hasta el momento que, en cierta manera, ha frenado o interrumpido nuestro desarrollo y crecimiento que, ahora seguirá adelante.