Al oír hablar del psicoanálisis, uno de los primeros conceptos que nos vienen a la cabeza es el inconsciente.

Han sido muchas las concepciones y acepciones que se le han dado desde distintas perspectivas y campos de estudio: antropológicos, sociales, espirituales y, por supuesto, psicológicos (entre otros). Pero discutir sobre ellas no es el objetivo del post de hoy.

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EL INCONSCIENTE EN LO IMPLÍCITO

Muchas veces el término inconsciente se utilizada para referirnos a algo que hacemos de manera automática, algo a lo que no hemos necesitado prestar mucha atención para llevarlo a cabo o algo que “nos sale sin pensar”. Pueden ser acciones sencillas, como quitarnos las gafas, o más complejas, como relacionarnos adecuadamente con personas que son importantes para nosotros.

Son acciones que normalmente no necesitamos nuestra atención plena y consciente para realizarlas. Estas acciones están alojadas en nuestra memoria implícita o procedimental, que hoy sabemos que se aloja en el hemisferio derecho de nuestro cerebro. En él se encuentran los principios mentalizadores, esquemas mentales, modelos mentales operativos internos, maneras implícitas de estar con el otro, etc (Coderch, 2014).

CONOCIMIENTO RELACIONAL IMPLÍCITO

Y una de las manifestaciones de este tipo de memoria es lo que se llama Conocimiento Relacional Implícito (CRI) propuesto por el Boston Change Process Study Group, cuya modificación es el objetivo de toda psicoterapia. Este consiste en el “conjunto de experiencias relacionales e interactivas que van acumulándose en la memoria procedimental desde los primeros años de vida y que, en la práctica, se expresan en pautas o esquemas de relación que configuran de manera implícita y prerreflexiva, las relaciones con los otros ante situaciones que, de alguna manera, se asimilan a anteriores experiencias”. Es decir, es la manera particular que tenemos de estar en el mundo, la manera que cada uno tiene de estar con otro (Velasco, 2011).

Este tipo de conocimiento es la respuesta a cuando uno actúa de determinada manera, y no sabe por qué. Nuestras experiencias pasadas condicionan nuestra conducta futura de un modo inconsciente, especialmente cuando son dolorosas y tratamos de olvidarlas y que no nos afecten.

Pues bien, el ser humano se forma en relación con los demás, y a través de ellos cambia. Y es que nuestras interacciones dependen siempre, en mayor o menor medida, de este tipo de memoria. Y como resultado de ellas, nuestro CRI cambia.

¿ES POSIBLE EL CAMBIO?

Mi respuesta siempre es la misma: si no fuera así, yo no me dedicaría a esto. También depende de lo que uno entienda por cambio.

Existe una parte estructural y caracteriológica que se mantendrá, y con ellas, ciertas tendencias.  Pero mediante el trabajo entre terapeuta y paciente, haciendo consciente el self procedimental a través de las nuevas y correctivas experiencias interactivas con el terapeuta que generarán, a la larga, nuevas pautas de relación (Guerra, 2012), la persona inevitablemente cambia. Pero no solo el paciente, sino también el terapeuta.

Cada relación con cada persona es única, en la medida en que cada persona lo es. Por mucho que uno sea la misma persona y mantenga rasgos estables, nuestro self (identidad) tiene distintas facetas, y eso, lejos de ser patológico, es adaptativo. Y todas y cada una de esas facetas permanecen en nuestra memoria implícita y procedimental y afloran cuando los necesitamos sin que tengamos que forzarlas, inintencionadamente.

No hay nada más transformador que sentirse leído y comprendido en la mente del otro. Hecho que no es de extrañar si tenemos en cuenta que nuestro self, nuestra identidad, comienza a formarse en nuestra más tierna infancia a través de lo que nuestras primeras figuras significativas de apego nos devuelven sobre nosotros y nuestras actuaciones.

Todo ello repercute en que uno pueda actuar genuina y espontáneamente sin hacerse ni hacer daño a otro.

Y A ESE TIPO DE MEMORIA IMPLÍCITA ¿NO SE PUEDE ACCEDER?

Dos párrafos más arriba habéis leído “haciendo consciente el self procedimental” pero, si es procedimental e implícito, ¿esa tarea es posible?

Fosshage habló de cómo se relacionan lo explícito y lo implícito mediante lo que llamó consciencia reflexiva, que posibilita acceder a lo implícito y hacerlo explícito. Este tipo de consciencia está estrechamente relacionada con la mentalización comentada en el post anterior, que también es un claro objetivo terapéutico.

El Boston Change Process Study Group afirma que las dimensiones implícita y explícita poseen una misma raíz somatosensorial originaria, pues todo pensamiento es en primera instancia imágenes sensoriales antes que palabras (para las que se necesita el lenguaje). Por lo que no parece posible negar que ambas dimensiones puedan comunicarse.

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Para finalizar, quisiera dar respuesta a la pregunta que da título al post. Y creo que podemos afirmar que el cambio es posible, basándome en los autores citados y en muchos otros que no aparecen aquí. Se confirma que mediante trabajo y esfuerzo, dando un lugar donde lo implícito y lo explícito puedan encontrarse para desactivar los viejos esquemas implícitos que se activan inconscientemente, y del que surjan nuevos esquemas más flexibles y adaptativos para la vida del paciente.

Cambia la forma de estar en el mundo, y de estar con otros.