¿Lo que hacemos es lo mejor que podríamos hacer?, o ¿es que nos han dañado tanto que solo podemos hacer eso?

“MÁS VALE MALO CONOCIDO QUE BUENO POR CONOCER”

Cuando alguien actúa de determinada manera, aunque para nosotros resulte muy obvio que lo que hace no le beneficia o incluso le perjudica, debemos pensar que si supiera hacer otra cosa, probablemente la haría (más allá de los beneficios secundarios que se puedan obtener). Y que lo que resulta obvio para nosotros, puede no resultarlo para otros.

En posts anteriores hemos hablado de lo que es el Conocimiento Relacional Implícito. Cambiar patrones (de actuación, de relación…) cuesta mucho esfuerzo y tiempo. Comportamientos y formas de procesar y elaborar la información que llevan gestándose años no pueden cambiarse en unas horas, y quien prometa que sí, probablemente no pueda ayudarnos al aplastarnos con su narcisismo cuando intentemos entrar por su puerta.

¿Cómo hemos llegado a actuar como lo hacemos?

Nada de lo que nos ocurre es gratuito, todo tiene un coste, o mejor dicho, todo deja huella en nuestro cerebro, en nuestras memoria, a un nivel más o menos consciente, explícito o implícito.

Y aunque la historia de cada uno es personal e intransferible, motivo por el cual, un tratamiento no puede constar de los mismos pasos ni durar el mismo tiempo para todos, Balint propuso una serie de conceptos que en mi opinión ayudan mucho a explicar factores comunes del desarrollo del ser humano. En cuanto a que todos nacemos totalmente dependientes para nuestra supervivencia de una figuras de apego.

Este autor supuso un cambio de paradigma al sustituir el concepto de omnipotencia del niño por el de armonía y el de narcisismo primario por el de amor primario.

Tendemos a concebir a los niños como seres egocéntricos y narcisistas, pero antes de esta fase Balint señala la existencia de una fase en la que el niño necesita ser amado y satisfecho sin tener la obligación de dar nada a cambio, y sin embargo, posteriormente, la realidad lo moldea en otro sentido, y aquí entra el narcisismo.

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Este amor primario, se definiría entonces como el existente únicamente entre dos personas en un estado de dependencia total y de exigencia del mantenimiento de la armonía que se tenía antes del nacimiento. Pero, sabemos por experiencia que esto es imposible. La realidad se impone y con ella llega la frustración, inevitablemente. Entonces la confianza básica del niño en el ambiente se rompe.

Este proceso es algo que ocurre universalmente. Ahora bien, la cantidad de frustración a la que cada uno se ve expuesto y la manera en que se rompe (la falla básica) es diferente en cada persona. Pues, en cuanto al estado de vulnerabilidad total del niño, es posible que el ambiente demande más de lo que el niño puede. Puede que sus necesidades se vean supeditadas a las de otros miembros de la familia. Cuando estos miembros sean las principales figuras de apego, o mejor dicho, aquellos con los que el niño pasa más tiempo, el efecto será más devastador.

 

FALLA BÁSICA

 Balint definió la falla básica, o más bien entre él y sus pacientes, como una especie de cicatriz o defecto en la estructura básica de personalidad cuyo origen se encuentra en el pasado debida a la discrepancia anteriormente comentada que crea un estado de deficiencia y cuyas consecuencias serían parcialmente reversibles.

Y todos tenemos una, lo que ocurre es que la gravedad depende de las circunstancias y del ambiente en el que haya transcurrido nuestra primera infancia.

Neri Daurella recoge en su libro las características principales de la falla básica:

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Podemos observar que hace referencia a etapas muy tempranas de la infancia, a las que pertenece y en las que se da el amor primario del que hablábamos antes.
Cuanto más traumática haya sido la falla básica de cada uno, mayor será la ruptura estructural y la desconfianza en el ambiente, viéndose la persona obligada a construir una estructura protectora que garantizara su superviviencia, y por ello viene el título de este post.

NUEVO COMIENZO

Lo que no significa que no tenga remedio, sino todo lo contrario. Lo que ocurre es que la persona, en compañía del terapeuta, deberá volver al punto en el que su desarrollo se interrumpió, esto es tanto más difícil, cuantas más lagunas hay en la memoria de la persona sobre su propia trayectoria, pero esas lagunas tienen su función, no están ahí por nada. Este es uno de los motivos por el que el tratamiento psicoanalítico es más largo, pues lo que se pretende no es sólo cambiar la conducta, o ciertas conductas, sino cambios estructurales, en la identidad de cada uno, y es que los primeros dependen, inevitablemente de los segundos.

Muchos pacientes acuden a psicoterapia con la necesidad de volver a nacer, de resetear, de algo nuevo, e incluso de comenzar a vivir, y esto es, ni más, ni menos, lo que debemos perseguir los analistas.

nuevo comienzo