Mi inspiración para escribir este post ha sido la película “Del Revés”. Probablemente muchos la hayáis visto, especialmente si tenéis niños pequeños alrededor. Pues bien, el título me atrajo enseguida, aunque no supe tan pronto el por qué.
Las protagonistas de esta película, aparentemente infantil, son las emociones básicas: Alegría, Tristeza, Miedo, Ira y Asco. Como todas las películas para niños, esconden muchos mensajes para adultos, que los niños no llegan a captar. Y es que nos habla de emociones, personalidad, sueño, inconsciente, memoria a largo plazo, pensamiento, amigos imaginarios… Lo que la convierte en una grandísima herramienta para los psicólogos de distintos ámbitos.
En Psicoterapéuticamente la hemos utilizado en el trabajo con personas de todas las edades, desde los más pequeños hasta jubilados, incluidos. Y algo común a todos ellos, es la utilización de la metáfora de la montaña rusa para referirse a su mundo emocional, acompañada la mayoría de las veces de cierta sensación de extrañeza e incomodidad.
La película comienza sin saber cuál es exactamente la función de Tristeza, qué hace, y para qué está allí. Le impiden hacer o tocar cualquier cosa, porque las consecuencias son siempre negativas (o eso creen los demás personajes).
PSICOLOGÍA “POSITIVA”
Resulta obvio que si no podemos sentir alegría nunca por nada algo no va bien. Pero, ¿qué pasa cuando tampoco podemos sentir tristeza? En la sociedad actual, donde está muy de moda la psicología positiva, parece que siempre hay que sonreir y estar feliz.
En la propia película, cuando Tristeza se muestra asustada y pesimista por haberse ido accidentalmente de la central Alegría le contesta “se positiva” a lo que ella contesta una de las frases más sonadas de la película “Sé positivamente que te vas a perder”.
Somos bombardeados diariamente con mensajes que transmiten “Si estás triste, escóndelo con una sonrisa” o “si estás triste y sonríes, todo irá mejor” “te va mal porque no afrontas la vida con una sonrisa” ¿Por qué nos decimos este tipo de mensaje a nosotros mismos? ¿Es que no hay ya suficientes cosas por las que sentirse culpables que encima tenemos que inculcar (a nosotros y a otros) que si nos va mal es porque somos negativos y tristes o porque no sonreímos?
Evidentemente, a nadie le gusta estar triste ni experimentar dolor y sufrimiento emocional, pero la tristeza puede garantizar nuestra supervivencia tanto como el resto de las emociones.
Cuando uno está triste, porque tiene motivos para estarlo, intentar lo contrario es ir contra natura, y por tanto, nuestra estrategia de supervivencia puede explotarnos en las manos y causar un desastre mayor que el que tratábamos de evitar.
También podríamos no pensar en aquello que nos causa tristeza, incluso ocuparnos irracionalmente para evitarlo a toda costa pero… ¿es esta una buena solución? ¿si lo aparto de mi mente es que no ocurre? La negación es uno de los mecanismos de defensa más primitivos del ser humano, y nos sirve para protegernos, pero no para solucionar el problema.
Encerrar nuestras emociones, y con ello a nosotros mismos, tarde o temprano se volverá en nuestra contra. Harán lo posible por salir y por que les hagamos caso, siendo el menor de los problemas, estallar en el momento, lugar y con la persona inapropiados.
En la película podemos darnos cuenta más o menos a mitad, cuando Bim Bom se siente desbordado como el positivismo de Alegría no sirve para nada, incluso es contraproducente, y Tristeza, simplemente prestando su oído, le ayuda y hace que se sienta mejor y capaz de seguir adelante.
Otro dato que llama poderosamente la atención, es que en la cabeza de cada uno de los padres está al mando una emoción distinta. En la niña es Alegría, en la madre es Tristeza, y en el padre es Ira. Esto no es casual.
“ESTA ES ASCO, PROTEGE A RILEY FÍSICA Y SOCIALMENTE”
Esta frase me llamó especialmente la atención. Pues la protección física de alguien entra dentro de nuestra concepción cultural. A lo que no estamos tan acostumbrados es a preservar nuestra intimidad y protegernos de aquellos que no dudan en proyectar sobre nosotros contenidos descalificativos o despreciativos, que ellos no toleran tener, haciéndonos creer que son nuestros. Si uno no está atento, puede llegar a asumir como propio todo aquello que los demás depositan sobre él, lo que me merma su libertad, su energía y su tiempo. Además es llamativo como este tipo de relaciones crean una tipo de adicción particular, descrita por la mayoría como un “círculo vicioso” o “relaciones amor-odio” o “ni contigo ni sin ti”, del que cuesta salir.
EMOCIONES “NEGATIVAS”
La tristeza, ansiedad, miedo… son emociones cargadas socialmente de un valor negativo, pero precisamente cuando las mostramos, la sociedad, nuestro entorno, puede percibir que tenemos un problema, que estamos pasando un mal momento, que necesitamos apoyo, ayuda, contacto,
cuidado, atención…
¿Cómo podrían hacer esto los demás si no mostramos que algo nos afecta? Las emociones negativas mostradas en el momento y de la manera adecuada son muy funcionales y adaptativas. Ayudan a la persona a elaborar experiencias y poder seguir adelante. Por tanto, deberíamos cuestionarnos de qué manera mensajes como los anteriormente mencionados nos influyen y dejan huella en nosotros y en qué sentido, o lo que es lo mismo, qué hay implícito en ellos.
Como le ocurre a Riley en la película, al perder el partido de Hockey. Se siente triste por fallar un tiro, y la expresión de esa tristeza hace que sus seres queridos la acojan y la animen, convirtiendo lo que podría haber sido un recuerdo horrible en algo que desea recordar. No nos equivoquemos, el hecho es el mismo, perdieron el partido. Pero la respuesta del ambiente convirtió algo traumático en algo tolerable.
Además, como tristeza no está, no puede sentir esa pena y pasar el duelo que necesita por la pérdida de su casa, sus amigos y ciudad. Los cambios de ese tipo en edades como la protagonista (de 11 años) les afectan de una manera más profunda que a otras edades. Hay cambios que a unas edades son más críticos que a otras.
Cuando Alegría, pero también Tristeza, regresa y trabajan juntas, Riley puede llorar y salir del “modo automático” provocado por la cólera y la ansiedad por no saber cómo salir de una situación desagradable. Y con la calma que logra mediante el llanto, que no es más que una manera del amplio abanico de posibles manifestaciones de la emoción, puede pensar más tranquila, y tomar la decisión que necesita, que es volver a casa y compartir lo que le ocurre con sus figuras de apego, sus padres.
De esta manera, su desarrollo, que se había visto frenado, continúa y su central se enriquece de más posibles expresiones, reacciones, vocabulario, facetas de su personalidad, su identidad y su self. Y sus recuerdos no son puramente felices, tristes, iracundos, asquerosos o temerosos. Sino que todos tienen varios matices, como ocurre, o debería ocurrir, a edades más maduras.
Pertinencia y contingencia
Uno puede sentirse de una determinada manera en un momento concreto, e incluso sin una razón aparente, pero intentar combatir las emociones y sentimientos con la lógica junto con la negación que ello conlleva, tanto propia como externa, no hará que desaparezcan ni que puedan metabolizarse.
Lo ideal, sería poder expresar lo que uno siente en el momento que lo siente (respetando la libertad y la salud, física, emocional y social de los demás). Pero, aunque nos sintiéramos mal con una razón objetiva, y no lo expresáramos en el momento que lo sentimos (y los motivos de no hacerlos pueden ser muchos), no significa que deba quedar siempre oculto.
Desde la más tierna infancia somos capaces de captar las intenciones de quienes estamos delante, estamos dotados de un aparato psíquico que nos permite empatizar con aquellos que nos rodean. En palabras de Ramón Riera, “yo siento que tú sientes lo que yo siento” sentirse comprendido y leído en la mente del otro es la base de nuestra naturaleza humana y por tanto, es muy reparador. Y lo que es mejor, nunca es tarde.