En mi agenda pone “Netflix y manta es el nuevo peli y manta” (Clarilou). Y es que esta plataforma tiene series de producción original muy variadas y constantemente estrenan contenido nuevo. Una de ellas y en la que hoy nos detenemos es la serie “Por trece razones” basada en la obra del autor Jay Asher.

Se trata de la historia de una chica adolescente que se suicidó. Y no, no es un spoiler, lo dice en el primer capítulo. El por qué lo hizo está desmenuzado a lo largo de sus trece capítulos.

No hay una sola razón, nunca la hay (más adelante dedicaremos un post a hablar sobre el trauma y el trauma por acumulación). Sin entrar en detalles para no estropeársela a quien quiera verla y, merece la pena hacerlo, se trata de una historia de bullying (acoso escolar).

DEFINAMOS EL BULLYING (ACOSO ESCOLAR)

Se considera necesario definir en qué consiste para no caer en el error de que cualquier conflicto que ocurra en el ámbito escolar sea considerado bullying. Éste, es definido por Dan Olweus, como una persecución física y/o psicológica que realiza un alumno/a con otro/a, al que escoge como víctima de numerosos ataques. Maite Garaigordóbil, fue entrevistada hace unos meses por la Revista del Colegio Oficial de Psicólogos y lo definió como una “forma específica de violencia escolar, donde uno o varios agresores intencionalmente acosan y someten reiteradamente a otro compañero. Por tanto, existe una víctima indefensa (y ello no la convierte en perfecta), acosada por uno o varios compañeros, que realizan diversos tipos de conductas agresivas cara-a-cara hacia la víctima, hay intencionalidad de hacer daño por parte de los agresores, crueldad de hacer sufrir a la víctima, suele haber una desigualdad de poder (física, verbal o psicológica), y las conductas agresivas se repiten constantemente”. Existe Bullying verbal, físico, psicológico y social y, por si la estancia en el recinto escolar fuera breve, existe una “nueva” modalidad de bullying que puede ocurrir en cualquier lugar y en cualquier momento, el Ciberbullying, definido como “una conducta de acoso entre iguales en el entorno TIC (Tecnologías de la Información y de la Comunicación), que incluye actuaciones de chantaje, vejaciones e insultos” (INTECO, 2009).

NO ES UNA MODA y requiere de INTERVENCIÓN PSICOEDUCATIVA

Hay numerosas campañas dedicadas a esta causa hoy en día (“Se buscan valientes”, “Yo a eso no juego”, y un largo etcétera) en los diversos medios de comunicación, pero no se trata de una moda, sino de un problema real.

A menudo, los que acuden a consulta son las víctimas y no los verdugos, pero como se suele decir, los locos están fuera. Parece injusto, pero quienes tienen los mayores problemas psicológicos, y no hablamos solo de trastornos mentales, son los que nunca acuden a un profesional. Por eso nada más entrar en nuestra web puedes leer “pedir ayuda es signo de salud mental”. Pero eso no es de extrañar, pues enfrentarse a los problemas es cosa de valientes, y esa no es una cualidad de aquellos que acosan a otros.

A menudo se hacen charlas en los colegios sobre bullying pero, ¿son efectivas? ¿quiénes van a esas charlas? La mayoría de las veces los padres de quienes lo sufren, aquellos que se preocupan de que no les pase a sus hijos o quienes tienen conciencia del problema y desean prevenirlo. Curiosamente, pocas veces encuentras en ellas a padres de acosadores. Estos no acuden, y si lo hacen es “a toro pasado”, cuando el mal ya está hecho y, o bien se ha hecho público, o ha ocurrido alguna desgracia. Y las razones son muchas, y muchas causantes de que el acosador lo sea.

AGRESOR, VÍCITMA Y ESPECTADORES

¿Qué límites diferencian a los acosadores? ¿Es que no es cómplice quien lo presencia y no presta ayuda ni denuncia? Los adolescentes están sometidos a mucha presión, su identidad no está formada y la suma de esos dos factores determina sus acciones, y estas lo que son y lo que serán.

“Sé que tu no haces bullying a nadie porque te conozco, y eres bueno” le dice la madre a uno de los protagonistas. ¿Cuánto se conoce a un adolescente y se sabe de su vida? ¿A donde va, cuando y a qué? No es incompatible respetar la intimidad de alguien y tener una información básica sobre un menor a nuestro cargo. La confianza no se recoge en la adolescencia si no se ha sembrado antes, y no olvidemos que el principal mecanismo de aprendizaje de los niños es la imitación, el modelado, lo que se llama aprendizaje vicario.

“TODOS MATAMOS A HANNAH BAKER”

Volviendo a la serie, que es el tema que nos ocupa, Hannah es sometida a vejaciones de diversas clases, haciéndola sentir sola. Se me ocurren pocas cosas más dañinas y devastadoras que hacer creer a alguien que no es digno de amor, lo que puede llevar a la creencia de que vivir no tiene sentido.

En mi trabajo con niños siempre le pregunto, ¿todos tenemos algo que admirar? La respuesta es sí, pero desgraciadamente muchas veces nos dejamos llevar por lo que unas personas dicen de otras, por los prejuicios, por una imagen superficial; sin reparar en que todos cometemos errores, tenemos defectos y debilidades y trabajamos para ocultarlos.

Como tampoco se repara muchas veces en que unas palabras o imágenes sacadas de contexto, pueden cambiarlo todo. Ese es el inicio de la historia. Lo que nos lleva a las etiquetas. No tener una opinión es imposible, pero no hacer un juicio no lo es, como tampoco lo es dar a las personas la oportunidad de conocerlas y comprenderlas. Y esto dista mucho de seguir a alguien en redes sociales. Saber qué hace no es saber cómo es.

Lo que nos lleva al tema del espionaje y la intimidad. Los adolescentes preservan muy poco su intimidad. Como en muchos ámbitos de su vida, no tienen claro los límites, y los ponen a prueba, lo que los puede llevar a meterse a ellos mismos en camisas de 11 varas, en este caso de 13.

Sin embargo, no comparten sus temores por miedo a la vulnerabilidad, por lo que cabría preguntarse ¿es que lo que cuelgan en las redes no les hace vulnerables? Puede que piensen que no, porque eligen lo que suben, lo que muestran. Dan la imagen que quieren dar, proporcionándoles una falsa sensación de control, ya que nunca se puede controlar a las otras personas, y de lo que uno quiere mostrar a lo que la otra persona capta, entiende o interpreta puede haber un abismo insalvable, especialmente cuando uno ya tiene una etiqueta puesta. La belleza está en los ojos de quien mira, pues, los prejuicios también.

Además, lo que uno puede querer ser en la adolescencia, puede (y en muchos casos afortunadamente) no corresponderse con lo que uno es en realidad, y cuando nos damos cuenta de que realmente nadie nos conoce, eso también produce un sentimiento de soledad inconsolable.

Como se ha dicho más arriba, la víctima, aunque indefensa, no es perfecta. Hannah no lo es, pero no se le puede culpar, ni ello autoriza a nadie para utilizar los calificativos que se han utilizado antes y después. Se oye mucho a lo largo de la serie las palabras “histérica” y “quiere llamar la atención”, cosa que no comparto, pero tal vez cuando digamos eso de alguien debería interesarnos por qué intenta llamar nuestra atención, quizás la necesita; y si la manera en que lo hace es la única manera que sabe.

 

Por otro lado, son numerosas las críticas que esta serie está recibiendo por la muestra explícita del suicidio. Es cierto que existe lo que se llama efecto Werther y efecto copycat, definido como reproducción del acto autolesivo por parte de personas susceptibles, luego de informarse de una consumación suicida y que depende mucho del manejo que los medios hacen de noticias como los suicidios. Pero es una realidad que ocurre, es la segunda causa de muerte en jóvenes de entre 17 y 25 años, y seguir ocultándolo no ayuda a nadie, mientras que mostrarlo pueda ayudar a comprender a muchas personas.

Los psicólogos reclaman que los programas de psicoeducativos de prevención e intervención son insuficientes (un orientador de un centro escolar, no tiene por qué ser un psicólogo, no se le exige formación psicopedagógica específica). De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que “la prevención del suicidio no se está abordando adecuadamente debido a la falta de concienciación del suicidio como un problema prioritario de salud pública, y al tabú en muchas sociedades a hablar abiertamente del tema”. Gracias a producciones como estas podemos tomar conciencia del efecto que causamos en los demás con nuestras acciones y palabras. Muchas veces no somos conscientes, y los motivos pueden ser muy diversos, no es debido solo a una falta de empatía.

Otras problemáticas, como el abuso o acoso sexual, el abuso de sustancias, acceso a las armas o la presión de grupo, son tratadas explícitamente. Analizando la historia individual de cada uno de sus personajes y la de sus familias ayuda a comprender también las motivaciones de cada uno y lo que les lleva a ser como son. No es una serie de instituto, nos muestra, todo el contexto de todos y cada uno de los personajes, cosa que también es de agradecer.

Llama la atención el hecho de que la protagonista oculta su situación a su familia, lo que según la fundación ANAR ocurre en un 37% de los casos y “la reviste de un mayor riesgo”. Como también aumenta el riesgo de suicidio conocer a alguien que ha llevado a cabo un suicidio (a más de uno de los personajes se les pasa por la cabeza en algún momento). Con ello se muestran también las consecuencias que este acto tiene en las personas que dejan atrás, tanto a corto como a medio y largo plazo.

Una vez finalizada la serie no se puede obviar el documental que actores y productores han realizado donde explican el por qué y el cómo. El trabajo de investigación y asesoramiento que se ha llevado a cabo. No es una producción dañina ni inconsciente, tiene una intención muyclara que no pasa desapercibida.

EL FENÓMENO

Desde que se estrenó la serie, ha provocado una avalancha de comentarios, opiniones, defensores, detractores… Pero todos coinciden en algo, y es que una vez empiezas a verla, como los personajes de la serie, no puedes parar hasta que la acabas. Y se lo cuentas a alguien, si no lo has hecho entre medias.

Y es que, seguramente esto se deba que todos hemos ido al instituto y todos hemos sido alguna vez alguno o algunos de los personajes de la serie, dependiendo de la situación. Es muy fácil identificarse con alguno de los personajes en alguna ocasión.

Si de algo se puede estar seguro es de que se ha plasmado la realidad de nuestros adolescentes muy fidelignamente. Se recogen todos los perfiles y conflictos a los que se enfrentan. Refleja un mundo en el que ellos viven a diario y, por lo tanto, no es de extrañar que ver y oír según qué cosas nos impacten bastante más a nosotros que a ellos.